Sabemos que la mentalidad popular dota a la Luna de un gran poder mágico ya sea maléfico o benéfico. De la influencia de la luna depende la fertilidad, algunas enfermedades e, incluso, la muerte. Desde la Prehistoria hay referencias a los cultos lunares. En el Neolítico relacionaban la luna con la fertilidad y con la mujer, lo vemos en pinturas murales en las cuevas. Pueblos prerromanos consideraban a la luna la morada de las almas de los fallecidos. Los romanos incorporarán estos cultos lunares indígenas en “Lux Divina”, la diosa romana de la luz nocturna.
Culturalmente a la Luna se le atribuye una influencia directa sobre las mareas, el ciclo menstrual de la mujer y la maternidad, la elaboración de determinados calendarios, en concreto los agrícolas en relación con la maduración de las frutas, la conveniencia de realizar o no determinadas faenas como la poda, el injerto, el corte de la madera.
También se le atribuye un poder astrológico sobre los alumbramientos, la importancia de que un bebé nazca en una determinada fase de la Luna, la predicción del sexo etc.
La influencia directa de la Luna como entidad sobre el ser humano se conoce como alunamiento, mediante el cual ejerce un influjo maléfico sobre la persona que “es cogida por ella”. En cierta manera es un fenómeno relacionado con el mal de ojo, que puede llegar a confundirse y asimilarse en determinadas poblaciones.
Clínicamente la sintomatología coincide con el mal de ojo, es decir son síntomas vagos, más o menos sutiles como la presencia de un malestar general de súbita aparición, sin causa física o psíquica desencadenante, trastornos digestivos, erupciones cutáneas, daños en partos o meningitis, el individuo pasa entonces a estar alunado, en la luna o ser directamente, y coincidiendo con la tradición medieval, un lunático.
Al igual que el mal de ojo, va a afectar fundamentalmente a los niños pequeños, a los que se debe proteger. En realidad es como refieren Castillo de Lucas (1958) y Kuschick (1995) un mal de ojo producido por la Luna.
Para diagnosticarlo se recurre al especialista, que por lo general es una mujer quien echa unas gotas impares de aceite en un recipiente de agua, viendo el comportamiento de ambos. Si el aceite se esparce o se junta o desaparece el paciente esta alunado.
La forma de eliminación es a través del conjuro y la protección con amuletos. El conjuro es un ensalmo que realiza una persona con cualidades o con la virtud reconocida de poder hacerlo, se dirige a la luna con respeto. La fórmula del conjuro incluye invocaciones a los santos, la Virgen y Jesucristo y, a veces, también oraciones cristianas como el Padre Nuestro, el Ave María o el Credo, no obstante existe sincretismo llamativo con tradiciones más paganas.
Para la protección se emplean amuletos que se cuelgan del cuello del niño, en relación con la luna como corales, medias lunas o crecientes lunares, etc.
Colocando en el exterior de las chimeneas símbolos lunares también actuaría de elemento protector, la explicación que se da es que a la Luna le gusta verse retratada en los tejados, además los agujeros de las chimeneas son las únicas aberturas que permiten que entre el influjo de la Luna. Para evitar el influjo lunar también se colocan cruces en la chimenea o las tenazas abiertas.
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