Si bien se distingue entre nahualismo y tonalismo, es igualmente importante insistir en que no es por azar que estas dos ideas se combinen, pues ambas vienen de una misma concepción cultural: la de la existencia de relaciones privilegiadas entre ciertos hombres y ciertos animales y, más generalmente, entre seres que pertenecen a diferentes planos cósmicos.
De hecho, se puede afirmar que el tonalismo establece una matriz simbólica que sirve de fundamento al nahualismo. La relación entre un hombre y su animal compañero es esencialmente metafórica: ambos comparten cualidades análogas que los identifican entre sí y también que los distinguen de los demás hombres y animales. El principal rasgo que suelen compartir es su fecha de nacimiento: los nahuas creían que nacer el mismo día las dos criaturas adquirían una misma entidad anímica, llamada tonalli, que era insuflada en ellas en el momento de su concepción. Por ello todos los seres (animados e inanimados) nacidos un mismo día compartían las características de su signo calendárico, llamado también tonalli, y tenían particulares relaciones de afinidad entre sí (López Austin).
Dentro de esta visión analógica, es muy difundida en las sociedades indígenas la creencia que la naturaleza de los animales compañeros depende de la posición social de las personas. Podemos suponer que algunas de las cualidades del jaguar (su fiereza, su fuerza, su belleza) se consideraban análogas a las cualidades de los gobernantes y por eso éstos eran considerados sus animales compañeros
Sin embargo esta relación metafórica, de analogía, tiene también sus aspectos metonímicos, de coesencia: se creía que el hombre y el animal compartían el tonalli, compartían un destino: si el animal compañero moría, el hombre corría el peligro de morir, esta idea sigue siendo muy difundida en la actualidad.
El nahualismo puede ser concebido también como una relación establecida entre dos seres vinculados metafóricamente por el tonalismo. Al transformarse en su animal compañero, el nahual no hace sino confirmar y aprovechar una relación de analogía y coesencia previamente existente.
Por ello, no sorprende que resulte virtualmente imposible definir de manera inequívoca la naturaleza de la transformación experimentada por las personas con poderes nahualísticos, pues esta parece haber variado a lo largo del tiempo y del espacio. López Austin afirma que el nahualismo consiste en la proyección fuera del cuerpo de una de las tres entidades anímicas, el ihíyotl, para introducirla en otro ser que así se convierte en su nuevo envoltorio; según su interpretación esta concepción corresponde al núcleo esotérico de la práctica nahualística, mientras que la idea de una transformación completa es más una concepción popular esotérica más burda. Hermitte, en cambio, al tratar de dilucidar la relación que existe entre el hombre y su “coesencia” animal llegó a la conclusión se trataba de una identificación completa, en sus palabras, el “hombre es el animal” el hombre con poderes se transforma literalmente en el animal.
Hay que ver que la correspondencia entre nahualismo y tonalismo no es completa, pues un hombre con poderes de nahual puede asumir la forma de muchos animales diferentes, sin que éstos sean necesariamente sus animales compañeros y, sobre todo, porque el nahualismo como técnica mágica va más allá de la transformación de hombres en animales. Por medio del nahualismo, los hombres pueden transformarse en fuerzas naturales, los dioses pueden transformarse en otros dioses y también en hombres, y los muertos pueden tomar posesión de criaturas vivientes.
El nahualismo puede ser comprendido como una técnica de mediación y comunicación entre los planos cósmicos: al permitir que un ser se transforme en otro ser de naturaleza diferente, o perteneciente a un nivel cósmico diferente, abre un canal de comunicación y acción que rebasa el ámbito de acción “normal” de ese ser y le permite actuar en otros planos cósmicos.
La proyección del alma de un hombre a un animal o a un fenómeno natural le permite subir y bajar al cielo y al inframundo y viajar distancias inmensas (Federico Navarrete Linares).
Representación de Tepeyollotl-Tezcatlipoca en el Códice Borbónico (1974: 3)
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