Son aquellos que hoy día pertenecen al ámbito de la ciencia médica: gemelos siameses, enanos, gigantes, obesos, labios leporinos, hermafroditas, elefantiásicos, patizambos, paticortos, cuernos y dermatosis varias etc.
Rompen la perfección del cuerpo del hombre, constituyen el caos, el error de Dios, los hijos del pecado, de lo proscrito, pero a veces en otras culturas se hallan mucho más cerca de lo sagrado, siendo intermediarios con los dioses en el destino de los hombres. También según la época histórica constituyen fenómenos de experimentación.
De este grupo podemos hablar realmente a partir del Renacimiento y la Ilustración, tengamos en cuenta que es cuando se empieza a desarrollar la ciencia moderna.
«Las causas de los monstruos son varias. La primera es la gloria de Dios. La segunda, su cólera. Tercera, la cantidad excesiva de semen. Cuarta, su cantidad insuficiente. Quinta, la imaginación. Sexta, la estrechez o reducido tamaño de la matriz. Séptima, el modo inadecuado de sentarse de la madre, que, al hallarse encinta, ha permanecido demasiado tiempo sentada con los muslos cruzados u oprimidos contra el vientre. Octava, por caída, o golpes asestados contra el vientre de la madre, hallándose ésta esperando un niño. Novena, debido a enfermedades hereditarias o accidentales. Décima, por podredumbre o corrupción del semen. Undécima, por confusión o mezcla de semen. Duodécima, debido a engaño de los malvados mendigos itinerantes. Y decimotercera, por los demonios o diablos.»
(Ambroise Paré; Monstruos y prodigios edición de Siruela, col. Biblioteca sumergida, en 1987).
Una parte importante de la teratología renacentista se crea en la observación de procesos biológicos anormales, registrados en una exhaustiva literatura médica elaborada con una enorme curiosidad científica y grandes dosis de ingenuidad. Los monstruos de este tipo son portentos individuales: criaturas malformadas con deformidades físicas o fruto de partos anómalos; otras con trasmutaciones producidas por hibridación -pues se aceptaba la posibilidad de fecundaciones entre especies diferentes- y otros con una serie de enfermedades que condicionaba su apariencia física.
Ambroise Paré, cirujano francés padre de la moderna cirugía, por su parte, realizó una recopilación en su libro Monstruos y prodigios en 1575, obra con voluntad científica y en el fondo con mucha imaginación.
“Los monstruos son cosas que parecen fuera del curso de la Naturaleza (y que en la mayoría de los casos constituyen signos de alguna desgracia que ha de ocurrir), como una criatura que nace con un solo brazo, otra que tenga dos cabezas y otros miembros al margen de lo ordinario. Prodigios son cosas que acontecen contra la naturaleza, como una mujer que dé a luz una serpiente o un perro, o cualquier otra cosa opuesta a la Naturaleza”
(Ambroise Paré; Monstruos y prodigios edición de Siruela, col. Biblioteca sumergida, en 1987).
Otros autores lo hicieron desde la perspectiva de la ciencia médica y los estudios anatómicos, biológicos o zoológicos como Ulisses Aldrovandi, autor de Monstrorum historiae, cum paralipomenis historiae omnium animalium, en 1642, que servirá de base para toda zoología y botánica posterior; la de Conrad Gessner, Historiae animalium en 1558, padre de la zoología moderna, o en el siglo XVII, la de Fortunio Liceti, cuya obra De monstruorum causis, natura et differentis en 1616.
Desde el arte, Alberto Durero, realiza los grabados que posteriormente formarían parte de las grandes cosmografías enciclopédicas de aquella época y de los gabinetes de curiosidades.
En la mentalidad de la época renacentista y barroca, todo lo portentoso tenía una razón de ser, los monstruos eran designios divinos y existían para mostrar o anunciar algo que debía ser interpretado y atendido. Mientras científicos y naturalistas se esforzaban en desentrañar su misterio formal, abundaban los adivinos y agoreros empeñados de leer el futuro y descubrir los misterios que estos seres anunciaban, por lo general acontecimientos catastróficos.
Sin embargo en el periodo de la Ilustración, en el siglo XVIII inicialmente los primeros años constituyeron un objeto de contemplación resultado de una naturaleza juguetona, y admirados por los científicos como hermosos y a finales de siglo fueron representados directamente como objetos bellos, porque toda deformación seguía ciertas regularidades de la naturaleza, lo que supuso su muestra en museos y que cierta sociedad no científica sino con poder económico, tuviera acceso a su disfrute visual. Por otra parte los científicos evolucionan hacia la participación directa, insistiendo en las disecciones e investigación en cuerpos muertos y también en cuerpos vivos, considerados en ocasiones como seres inferiores sin sufrimiento. En los siglos XVII y XVIII, vamos a mostrar un ejemplo, los anatomistas se quejaban de que los padres de las criaturas monstruosas no daban su autorización para realizar las disecciones e insistían en enterrarlos cristianamente, puesto que la Iglesia aceptaba a estas criaturas como seres humanos y si nacían vivos, se les podía bautizar. El tocólogo de Gottingen, Friedrich Benjamín Osiander informó del caso de un hombre que había perdido a su mujer y a su hijo con dos cabezas de que no quería que se llevara el cadáver para su colección. Tras el funeral incluso el hombre temía que robaran el cadáver, puesto que los médicos deseaban en exceso estas monstruosidades para sus colecciones, descalificando como supersticiones los deseos de los padres.
Estas actitudes de morbo social, en el siglo XIX y parte del XX dieron paso a los mercaderes de ferias que comerciaron con la triste realidad de algunos seres humanos.
Monstruos dibujados por Ulisse Aldrobandi en el S.XVI; cada imágen se acompaña de una leyenda:
1.-En alguna isla del mar Caspio hay leones como el que se ve, tienen rostro humano pero son salvajes y feroces...
2.-En el último lugar de África, al final de la tierra, hay hombres que son del todo humanos excepto porque tienen el cuello de grulla y en el rostro, pico y barba de gallo...
3.-En el país del gran Tamerlán hay centauros de esta forma...
4.-En algún lugar de Tartaria se han encontrado monstruos como el que veis, tienen un cuello largo sobre el busto y en el extremo una cabeza de grifo, y en el pecho un rostro humano...