martes, 27 de octubre de 2015

Siglos XX y XXI para los Mayas

Hoy los mayas viven como campesinos en comunidades rurales, a pesar de que emigran cada vez más a las ciudades en busca de trabajo o para huir de la represión y la pobreza. Las comunidades se suelen establecer en las proximidades de pequeños centros urbanos con sus plazas, donde fijan sus mercados y llevan a cabo fiestas religiosas. Hoy día, casi tres millones de personas hablan una de las 28 lenguas mayas repartidas en nueve familias lingüísticas, entre las que destacan: la quiché y la yucateca.
Otros pueblos mayas significativos con sus lenguas son: tzeltales, chamulas, lacandones, tojolabales y choles de Chiapas; choles y chontales de Tabasco; cakchiqueles, mames y pokonchis de Guatemala; y chortís del este de Guatemala y oeste de Honduras. Todos formaban parte de la civilización y cultura  común que hemos visto previamente como alcanzó las más altas cotas de desarrollo en Mesoamérica.
Caso especial es lo sucedido con los mayas en Guatemala en el pasado siglo.
Guatemala ha tenido hermosas y dignas épocas desde el inicio de la cultura maya milenaria hasta nuestros tiempos, sus obras, su arte, su cultura, sus hombres y mujeres ilustres y humildes, honrado por los Premios Nobel de Literatura, Miguel Angel Asturias y Nobel de la Paz, la indígena quiché Rigoberta Menchú. Sin embargo, Guatemala producto del enfrentamiento armado entre hermanos, ha tenido una de las páginas más sangrientas de la historia reciente. Durante más de 34 años, hasta 1994, se vivió bajo la sombra del miedo y la desaparición como amenazas cotidianas. A raíz de este terror se creo  La Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) establecida mediante el Acuerdo de Oslo, del 23 de junio de 1994, para esclarecer objetivamente las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia que causaron sufrimientos a la población guatemalteca, vinculados con el enfrentamiento armado. 
Un sector de la población recurrió a la violencia armada para alcanzar el poder político, perpetuado en forma de dictaduras de corte militar, cometiendo los actos de violencia más desmedida contra la población más indefensa, la indígena, en particular al pueblo maya, cuyas mujeres fueron consideradas como botín de guerra y soportaron todo el rigor de la violencia organizada. La niñez indefensa sufrió los actos más desmesurados de salvajismo, pretendiendo exterminar de la faz de la tierra a los descendientes de los antiguos mayas, sin respetar las reglas más elementales del derecho humanitario, la ética cristiana y los valores de la espiritualidad maya.
Textualmente, a través de  miles de testimonios, se asistió con los sobrevivientes a momentos tan emotivos como las exhumaciones de sus seres queridos en los cementerios clandestinos; se escuchó a antiguos jefes de Estado, a altos mandos del Ejército y de la guerrilla etc.
Aunque muchos saben que el enfrentamiento armado causó muerte y destrucción, la gravedad de los reiterados atropellos que sufrió el pueblo todavía no ha sido asumida por la conciencia nacional. Las masacres que eliminaron comunidades mayas enteras pertenecen a la misma realidad que la persecución urbana de la oposición política, de líderes sindicales, de sacerdotes y catequistas. Se sospecha que además de las muertes oficiales pudieron ser eliminadas más de 200.000 personas, pertenecientes por lo general a alguna etnia maya.
Como dice el texto del CEH, reconocer la verdad beneficia a todos, víctimas y victimarios. Las víctimas, cuyo pasado ha sido degradado y manipulado, se verán dignificadas; los victimarios, por otro lado, podrán recuperar la dignidad de la cual ellos mismos se privaron, por el reconocimiento de sus actos inmorales y criminales



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