Todo aquel que realizara prácticas contrarias a la verdadera religión era acusado de delito de práctica adivinatoria, pacto con el diablo o brujería. Se centraba principalmente en las mujeres y solían concluir con el auto de fe y la quema en la hoguera, si eran perdonadas por arrepentimiento se les daba 100 azotes, vergüenza pública y destierro. Este tipo de actividades se remonta al pasado más remoto del ser
humano y a las más diversas regiones del mundo independientemente de la cultura, desde el antiguo Egipto hasta las culturas animistas africanas tienen reconocidos sus fenómenos de brujería.
No obstante es más frecuente su identificación en la cultura cristiana puesto que va a tener una concepción dualista entre las fuerzas del bien (hijos de Dios) con las del mal (servidores de Satán). Se acudía a las brujas para seducir a la persona deseada o para
hechizar y alejar a otras personas, propiciar males e incluso la muerte al enemigo y conseguir para uno mismo todo tipo de beneficios.
Se considera que la bruja reniega de Cristo pactando con el diablo, realizando misas negras y aquelarres en los que se parodia la misa cristiana en honor a Lucifer, representado por el macho cabrío y obteniendo de esta forma poderes sobrenaturales.
Según las creencias populares se les solía atribuir una serie de poderes tales como plagas en las cosechas, enfermedades y muerte y se las consideraba expertas en la fabricación de todo tipo de remedios y pócimas.
“No hay enfermedad física, ni siquiera la lepra o la epilepsia, que no puedan ser
causadas por brujas, con permiso de Dios. Y esto lo prueba el hecho de que los Doctores no exceptúan ninguna clase de enfermedad. Pues una cuidadosa consideración de lo que ya se ha escrito acerca del poder de los demonios y la malignidad de las brujas mostrará que esta afirmación no ofrece dificultades”.
Malleus Maleficarum.
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