Erzébet Báthory nace en Nyírbátor, Hungría, el 7 a agosto de 1560. Una región salvaje sometida a guerras constantes y ocupada una parte por turcos y otra por Habsburgo austriacos. Miembro de una de las familias más importantes de la región, su tío fue el príncipe transilvano Esteban, Istvan, I Báthory, Príncipe de Transilvania y Rey de Polonia a finales del siglo XVI (1575-1686).
De niña recibe una educación en el seno de la nobleza, en el castillo de los Ecsed, rama de la familia con un gran número de enfermos mentales debidos a la alta endogamia y consanguinidad. De hecho es posible que de niña alrededor de los cuatro años sufriera crisis de epilepsia que se fueron espaciando hasta remitir. Con una educación como vemos exquisita, la niña hablaba latín, alemán y húngaro, cuando muchas mujeres de la nobleza europea no sabían leer ni escribir. Es casada en 1575, a los 15 años de edad con Ferecz Nádasdy, otro joven noble de 20 años. Instalaron su residencia en el castillo de Csejth. Como otros nobles militares, pasaba largo tiempo en las campañas contra los otomanosy en las guerras interinas que asolaban el país, siendo conocido como “El héroe negro” entre sus enemigos.
Desde muy joven, incluso antes de casarse, la condesa se interesó por temas esotéricos y al estar casada y sufrir tanto tiempo una reclusión excesiva para una mujer fue rodeándose de extraños sirvientes con los que practicó brujería y magia negra. De ellos conocemos hoy día a Dorkó, bruja de la región y a su antigua nodriza, Jó Ilona, esta última se cree que fue quien la aconsejó emplear sangre humana para mantener la belleza.
Uno de los primeros signos de sadismo fue la correspondencia que mantuvo con su marido mientras este batallaba sobre los distintos modos de torturar y castigar a los sirvientes. Erzsébet cuyas preferencias lésbicas eran conocidas en el interior del castillo, desarrolla una mayor inquina frente a las mujeres, ya que su sufrimiento le producía un placer sexual añadido.
Quizá producto de una inusitada soledad, o el sufrimiento que le produjo estar aislada, o simplemente por aburrimiento y falta de diversiones de una noble educada en el despotismo, comenzó a torturar a mujeres jóvenes de su servidumbre. Al principio despojándolas de ropa y dejando que se congelaran en los jardines en invierno, o embadurnándolas de miel en verano para que sufrieran las picaduras de insectos. Y poco a poco en Csejthe y Varannó, sus propiedades, fue disponiendo de tiempo y libertad para sofisticar sus métodos de tortura hasta lo imposible.
Tras 10 años de matrimonio fue madre de una niña llamada Anna y después de Úrsula, Catalina y Pablo. Tras la maternidad y sufrir los efectos del paso del tiempo, pensemos en que los 25 años de entonces y con esa paridad el envejecimiento pese a los cuidados y la escasa actividad de la nobleza no son los de ahora, se fue potenciando una obsesión enloquecedora por mantener la juventud y la belleza.
El 4 de enero de 1604 fallece su marido desatándose por completo su furia asesina.
El desencadenante de la tragedia sucedió cuando una de sus sirvientas al cepillarla el cabello lo hizo con demasiada fuerza. Erzsébet la abofeteó de tal manera que le desgarró una mejilla con sus anillos y uñas haciendo que sangrara profusamente. La condesa se manchó de sangre la piel de la mano y al extender y frotar la sangre de la desdichada pensó que su mano rejuvenecía, cayendo en un estado de enajenación absoluta. Su reacción no se hizo esperar e influenciada por las enseñanzas de su nodriza, desangró a la sirvienta, sumergiéndose en una bañera llena de la sangre de la joven asesinada.
Echó del castillo a su suegra Úrsula a la que nunca había soportado y al resto de parientes de su marido, y con la ayuda de su cómplice Darvulia, una conocida bruja de la región, montó una auténtica cámara de los horrores en los sótanos.
A partir de aquí surge un periodo de terror absoluto para conseguir la eterna juventud.
Durante más de 10 años, la condesa engañó a jóvenes campesinas con un futuro mejor conduciéndolas a la muerte. Las que se negaban, eran sometidas por la fuerza o con sedantes y drogas, puesto que no existían límites en las atrocidades, ni se aceptaba un no por respuesta.
Erszebet las desangraba y para no secarse con toallas que redujeran el efecto de la sangre, obligaba a las otras sirvientas vivas que lamieran la sangre de su cuerpo para secarla. Empleó instrumentos de tortura medievales como la doncella de hierro y diseño complicados aparatos que vertían la sangre de la víctima, que iba viendo como se le iba la vida, sobre su cuerpo.
Llegó un momento en que no fueron ni capaces de deshacerse de los cadáveres. Al principio se molestaban en enterrarlos en los aledaños del castillo, pero la confianza de los sirvientes en la impunidad de la condesa acabó con los cuerpos de las mujeres asesinadas en los campos y en cualquier lugar a la vista de los campesinos
El final del terror surgió tras un error de cálculo fatal tras la muerte de Darvulia. Los campesinos de la zona ocultaban a sus hijas y familiares sospechando que el origen de la desaparición de la muchachas estaba en el castillo de la condesa. Esto hizo que cada vez fuera más complicado encontrar jóvenes y no le quedó más remedio que recurrir a jóvenes nobles.
Los rumores de lo que sucedía llegaron a oídos del rey Matías quien ya no pudo obviar lo que estaba sucediendo en los dominios de su pariente.
El rey envió a sus hombres para investigar el caso al mando del conde Thurzo, primo de Erzsébet y enemistado con ella. Al llegar al castillo de Csejthe por sorpresa se encontraron una gran cantidad de cadáveres abandonados descuidadamente por la propiedad y a la propia condesa en sus dependencias recibiendo un baño de sangre.
El 17 de abril de 1611 el monarca en sentencia pública, condenó a Elizabeth Báthory, quien se negó a declarar acogiéndose a sus privilegios nobiliarios, a ser recluida de por vida y a sus cómplices a ser ejecutados. Fue emparedada en su propio castillo, sin poder ver la luz del día, aislada por completo, con una sola rendija por la que recibía el alimento diario. Falleció el 21 de agosto de 1614 cuatro años más tarde sin mostrar jamás el más mínimo arrepentimiento.
A Erzsébet Báthory se le atribuyen más de 650 asesinatos.
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